La Princesa Mora

El Diablo y el Infierno

Una noble musulmana, 
De aquella España ocupada,
 (E princesa la Mora)
 Miraba por la ventana,
 donde se cuela la aurora,
 pasar tarde o de mañana
los monjes en caminata.
No iban en caravana,
Era rara su campaña.
La exégesis aplica sola,
la fe siempre es la que obra.
Por días, meses y años 
Caminan por el desierto.
Sin comida y en harapos.
Algunos monjes han muerto
buscando en meditación,
Y en sublime adoración
acercarse más a Dios.

Aquella hermosa doncella,
Con tanto encanto moruno,
otra es la fe que profesa.
Ella sabe que en su mundo
es Alá es el que gobierna.
Más le dicta su conciencia
que respete otras creencias. 
Esa belleza moruna,
Sin salirse del precepto
que cambie su pensamiento
Ahora es presa de una duda:

-Que moverá a los cristianos 
A hacer duras penitencias
pasando los días orando
buscando significados
Entre riesgos e inclemencias





La duda se hace obsesión 
¡Buscará la explicación!
Y no habrá quien la detenga,
 caminará por las dunas
entre las nubes de arena
Pintadas de sol y luna.

Camina Mora camina
la verdad le da la ruta
¡Y es la fuerza que la empuja!

Muy cerca de una colina
A la par de una caverna
Mira un monje que se encuentra
en momento de oración 
¡Comulgando está con Dios!
Se acerca al desconocido.
que se hace el desentendido.

Un hombre de unos cuarenta 
De ojos verdes, piel morena,
Con su nariz aguileña
tiene un porte distinguido
¡Es monje bien parecido!

     Muy fácil es percibida,
      De la joven  la belleza
      Una estampa femenina
     hace perder la cabeza,
      aunque el hombre sea un monje.
        Y la princesa que no esconde
         su peculiar hermosura,
          de nada sirve la burka.


            -Dime cuál es el motivo,
                  amigo de los arenales,
                El que estés aquí perdido
                expuesto a los animales
               con hambre, sed y con frío.



-Quiero detener el demonio.
Seguro ese es mi empeño.
Hay que meter  éste incordio
a las llamas del infierno.

Mientras el monje hablaba
No quitaba la mirada
De los bien tallados  senos
(Siempre fuentes de deseo)
De aquella flor musulmana.
Entre más y más hablaba
más y más él se “agitaba”

La lujuria es un fuego 
Que poco a poco se prende.
Todo parece ser juego
más la cabeza se pierde.

La ignorancia y la inocencia
Son aveces parapeto
Del deseo que en esencia
Nos va quemando por dentro.

Con el rabillo del ojo
la “inocente doncella”
descubre con  mucho asombro
que entre las delgadas piernas
De aquel escuálido monje,
algo  grande se movía
para abajo y para arriba
Como pájaro en el monte.

¿Me puedes decir que es eso?
La joven Mora pregunta
Con morbo en el acento,
La respuesta lleva adjunta
de que al decir  ¡El demonio!
 vaya luego hacia el infierno.
¡Si no hay fuego,  hay manicomio!



-Tómalo con mucha fuerza
Y ella fuerte lo sujeta
 -pero donde está el averno?
-¡Aquí lo tienes princesa!
   Y hay que ponerlo dentro.
- Pero no se queda quieto,
¡ora dentro, ora fuera!

 Se quedó quieto por fin
 Y dice ella  -¡Que bueno!
 es meter a este diablín
 Como castigo al infierno.
Y ella exclama ¡Que furor! 
La caldera  está mejor
con Mefistófeles dentro.

La lujuria borra el tiempo 
Con la insinuación de ella
De qué hay que meter al fuego
a ese diablo si se inquieta.

Pero a los días al monje
Se le terminan las fuerzas
Con solo frutos  del monte
el diablo ya no despierta. 


No hay demonio que meter
al infierno que la quema.
Es un fuego  la mujer
Y el monje es una pena.

 En un fresco amanecer
entre las nubes de arena
se ven jinetes correr
armados para la guerra.
El padre de la princesa
es el que busca angustiado
a la preciosa doncella,
su tesoro más preciado 

-En su corcel cabalgando
ella regresa feliz.
Cualquiera tiene un desliz
con tal de atrapar al diablo.


¿Y el pobre monje exegeta?
Esperará otra princesa.










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