La más deseada
En un cuarto tibio,
con una ventana.
de verdes cristales,
que enmarca la luna
discreta invitada
Y tan oportuna
como tan plateada,
yo desnudé el cuerpo,
de la más deseada.
Unos rayos tenues
de luz selenita,
junto con la aroma
de rosas y nardos,
fueron en esencia
parte de aquel acto.
Yo a su lado, callado.
le tomé la mano,
y con la derecha
navegué en su vientre,
con la experiencia
que del tiempo viene,
despacio y muy suave.
Como cuando vuela
sobre el lago el ave
que nace en los juncos,
que hay en sus riveras
Ella respondía
suave contrayéndose
quizás por reflejos,
que apenas palpó
mi mano viajera.
Encallé en el círculo
donde empieza el vello
Que aún lo conserva
tan sedoso y tierno.
Contuve mi mano
con el gran deseo
de poner mis labios
y estampar un beso
muy puro y sin miedo
¡Nada de perverso!
en su ombligo terso.
Y puse los labios
Y temblé besando
el rumbo hacia el puerto.
¡Estaba muy húmedo!
seguro el rocío
de las Bartolino
o los fluidos míos.
Besé apasionado
y no pregunté
si a su piel trigueña
la habían besado
como yo besé.
Entregando todo,
tan sublime y tierno,
nada obsesionado
por cielo o infierno.
Cuando mis labios
trémulos sedientos.
hurgaban sus labios
que nadie besó,
tocamos la gloria
Como nadie nunca
¡Jamás la tocó!
Exhausto y feliz
yo cerré los ojos,
luego me dormí.
¡Y no estaba ahí!
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