La Quiteña


La Guastatoya de antaño
guarda historias y leyendas, 
las cuales siempre se cuentan 
aunque pasen muchos años. 
Así es como les narramos, 
tomada del Viejo Diario, 
la Historia de la Quiteña. 
Por la bajada del Rio.
donde termina el Calvario, 
había un rancho escondido
entre los grandes peñascos
y verdes palos de mangos. 
Allí vivía la hechicera 
que llamaban la Quiteña. 
¿De donde era la vieja? 
(! SOCORRO¡ que carrerean)
Dicen que de una Aldea
de la tierra  de Acatempa.
Cuando llegaba la noche, 
ululando el tecolote
que moraba por la entrada,  
aparecían  las damas
(Y algunos que otros varones) 
requiriendo sus favores.
Muy atenta escuchaba
a las "Doñas angustiadas" 
con letanías  de siempre
"Mi marido no me quiere
porque ya tiene casera"
-Quiero ayuda mi Quiteña
prepáreme algún brebaje,
que esa "puta" se lo lleva
sin retorno en el pasaje. .
Ella siempre se reía
ante estas confesiones,
y gustosa ofrecía
oraciones y pociones.
Unas hojas de romero
y una pizca de té negro
machacadas en mortero
con plumas de loro tierno. 
Y por si estaba CURADO
luego ponía en sus manos
la  florifundia de campo
aunque se corría el riesgo
de mandarlo al otro lado
o loquearlo por completo.  
¿No tiene alguna oracion? 
-Tengo la de Mashimón. 
La Quiteña era ilustrada
pero si algo se olvidaba
entre sus manos tenía
un libro de brujería. 
que cuidadosa guardaba
en un roído cajón,  
perfumado con los puros
que fumaba en la oración, 
que los hombres le pedian
Para atar algún amor.  
"Puro, puro te conjuro 
a nombre de Lucifer
que éste encuentre  con apuro
el amor de una mujer".  
Tenía muchas recetas
Y también muchos conjuros. 
Todo lo aprendió en la tierra
De gitanos y de brujos. 
Las damas que llegaban 
a aquella humilde cobacha
trataban a la Quiteña
con un  respeto sin tacha,
sin importarles "la facha" 
Y los "Tufos"  de la vieja. 
Pero la historia era otra
fuera de aquel rincón.
El desprecio es una daga
Que nos rompe el corazón.
. Y a la bruja la ignoraban
Por vergüenza y por temor. 
_Ni conozco a esa vieja
Que le llaman la Quiteña.  
Decían las damas tranquilas
aunque unas noches atrás 
lloraban en su pocilga, 
Invocando a Satanás.  
Una noche lluviosa 
e río creció y creció
llevándose a la Quiteña 
Y todo a su alrededor. 
Se terminó aquel refugio
Para las cuitas de amor. 
Nadie del. pueblo lloró. 


Cuando está llena la luna
Por las veredas del río. 
Dicen que se ve a la bruja 
con su bordón y  su "LIBRO" 
Y en las sombras de la noche
Volando por el Calvario
siempre triste y solitario
 canta el viejo tecolote.

























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